lunes, 17 de agosto de 2015

Diez mitos sobre la crianza de los hijos

La Nueva España
José Muñiz - Catedrático de Psicometría de la Universidad de Oviedo
16 de Agosto de 2015
 
Algunos errores muy extendidos sobre supuestos factores que marcan el carácter de nuestros descendientes desde el embarazo hasta la adolescencia.
 
Para conducir un coche o una moto hay que pasar unas pruebas y sacar el carné correspondiente, pero para tener hijos no hace falta ninguna preparación reglada, se supone que la especie nos ha dotado de todo lo necesario para criarlos. Algunos dirán que esto está bien así, a juzgar por el éxito de nuestra especie "Homo Sapiens", que en doscientos mil años de existencia ha logrado acumular sobre la tierra a más de siete mil millones de personas. El argumento es innegable, pero no estaría de más añadir un poco de calidad sobre la cantidad, y aclarar algunos errores muy extendidos sobre distintos aspectos de la crianza de nuestros hijos. Hay muchos, pero vamos a reseñar a continuación diez de los más extendidos, que van desde el embarazo hasta la adolescencia.
 
1. Las parejas en planes de fertilización tienen más probabilidades de tener hijos si adoptan.
 
Falso, esta creencia tan extendida no tiene ningún fundamento científico. Todos tenemos alguna pareja de conocidos a los que les ha pasado esto, y la percepción selectiva nos traiciona y nos lleva a asociar adopción y embarazo. La fertilidad siempre nos ha preocupado y perduran muchos mitos en torno a ella, por ejemplo, arrojar arroz a los novios, símbolo de la fertilidad. De un modo u otro, la infertilidad afecta a un 10% de la población. Numerosas investigaciones nos indican que el porcentaje de parejas que se quedan embarazadas después de adoptar no supera a las que lo hacen sin adoptar. Incluso algunas investigaciones hallaron que la proporción de embarazos entre las parejas que adoptan es menor. En suma, adopte si lo desea, es una buena opción, pero no espere que ello favorezca la posibilidad de quedarse embarazada.
 
2. En Luna llena nacen más niños.
 
Pues no es así, la Luna llena es preciosa, y la usamos de excusa para muchas cosas, pero los niños no nacen traídos por su mágica llamada, qué le vamos a hacer. Un estudio reciente con más de medio millón de nacimientos así lo confirma. De nuevo aquí la percepción selectiva es la clave, uno se recuerda de un caso ocurrido en Luna llena y lo generaliza, olvidando los casos ocurridos con otras lunas. Por cierto, la Luna llena tampoco influye en el número de crímenes, o en las visitas a las urgencias de los hospitales. Disfrutemos de la Luna llena, que no es poco, pero no le atribuyamos más responsabilidades de las que tiene por naturaleza.
 
3. Dejar a los niños llorar hasta que se duermen puede perjudicar su desarrollo.
 
De entrada tranquilidad, llorar un rato no perjudica a nadie de forma irreversible, a los niños tampoco, que son más fuertes y adaptables de lo que muchos piensan. Cómo dormir a los niños es un tema polémico donde los haya, con dos bandos enfrentados, los que creen que hay que dejarlos llorar hasta que se duermen, y los que abogan por cogerlos y arrullarlos a las primeras de cambio. ¿Quién tiene razón? Todos un poco, el problema de fondo es que dormir autónomamente no es un hecho natural, los niños tienen que aprenderlo, como tienen que aprender muchas cosas, por ejemplo, a estar callados y atender en clase, a comer a las horas, a no morder a sus compañeros, a escribir, a comportarse en sociedad, en suma, tienen que civilizarse, y eso requiere canalizar los instintos básicos. ¿Recuerdan aquello de que la cultura es represión? Pues por ahí van los tiros. Los padres pueden adoptar una u otra estrategia para dormir a sus hijos, pero deben hacerlo con la tranquilidad de que ninguna de las estrategias que utilicen va a perjudicar el desarrollo futuro de sus hijos. Es obvio que los padres son importantes para la crianza de sus hijos, pero algo menos de lo que creen, los hijos también cuentan. Según la afamada psicóloga Judith Harris, en la adolescencia los amigos y compañeros son más relevantes que los padres, así que no va descaminado el dicho clásico de dime con quién andas y te diré quién eres.
 
4. Mojar la cama por la noche es indicador de problemas emocionales serios.
 
Es un error sin fundamento asociar el mojar la cama con problemas emocionales serios de los niños. De nuevo a nuestros niños les pedimos cosas para las que la especie "Homo sapiens" no estaba diseñada, de repente exigimos que los niños estén toda la noche secos, esto es relativamente nuevo, y de hecho en muchas culturas no lo exigen tan radicalmente. Tienen que aprender a controlarse, y unos lo hacen más rápido que otros, es todo, no metamos los problemas emocionales en esto. A veces la incontinencia nocturna (enuresis) tiene un origen médico que hay que diagnosticar y remediar, pero en la mayoría de los casos se trata de aprender a controlarse, lo cual es muy sencillo y cualquier psicólogo en unas pocas sesiones lo soluciona mediante un aparato de alerta nocturna. Los estudios científicos recientes indican que los niños con incontinencia nocturna no manifiestan más problemas emocionales que el resto. Eso tienen que tenerlo claro los padres, para no hacer precisamente de ello un problema y condicionar negativamente el desarrollo de sus hijos.
 
5. Los hijos únicos son unos egoístas y unos tiranos.
 
Esta falsa creencia es un clásico y está muy extendida, apareciendo el estereotipo de hijo único malcriado en numerosas películas y series de televisión, incluso algunos profesionales y profesores lo tienen por cierto. El caso es que hay hijos únicos de todo tipo, buenos, malos y regulares, y si algunos son egoístas y tiranos no es porque sean únicos, sino porque sus padres los educan de aquella manera, así que el problema está en los padres, no en la singularidad del hijo. Los estudios recientes sobre el tema indican que las características de personalidad de los hijos únicos no son diferentes de otros de sus compañeros con distinto número de hermanos, siendo tan populares entre sus compañeros como el resto de los niños. Si esto es así, cabe preguntarse por qué está tan extendido el mito de los hijos únicos, para cuya explicación suele acudirse al sentido común, pero éste no es suficiente para hacer ciencia. Hay que desterrar un mito que puede perjudicar al propio hijo único y a los padres, todos los niños son únicos para sus padres.
 
6. El divorcio arruina la vida de los hijos.
 
Falso, el divorcio en sí no perjudica en absoluto la vida de los hijos, otra cosa es que algunos padres los utilicen como munición en sus guerras, pero no es el divorcio el causante, son los padres inmaduros e irresponsables. Es evidente que una pareja con unas relaciones pésimas perjudica mucho más a sus hijos que un divorcio llevado a cabo de forma civilizada. Son las relaciones conflictivas de la pareja las que generan los problemas, no el divorcio, que en algunos casos puede incluso resultar beneficioso, liberando a los hijos de una situación familiar altamente estresante. A los niños hay que explicarles de forma clara y transparente, según su edad, las razones del divorcio, y hacerlo de forma natural, sin culpables ni acusaciones, son más fuertes de lo que se cree y lo superarán sin mayor problema. Es importante desterrar este mito de la sociedad para evitar que se mire y enjuicie a los hijos de personas divorciadas de distinto modo, y para que ellos mismos no se perciban diferentes.
 
7. Las guarderías perjudican la relación entre padres e hijos.
 
Esta idea errónea está instalada en el ideario de muchos padres y familiares, quienes piensan que los niños pequeños están mejor en casa con los padres, familiares y cuidadores varios que en la guardería o escuela infantil. No sólo no es así, sino que las investigaciones más recientes indican lo contrario, la guardería aporta muchas ventajas tanto para los niños que acuden a ellas como para sus padres, potenciando las relaciones y el apego familiar. Que uno de los progenitores, generalmente la madre, tenga que interrumpir su carrera profesional para quedarse en casa a cuidar a su hijo no va a beneficiar en nada ni la economía de la familia, ni a su satisfacción personal, y en consecuencia, perjudicará las relaciones entre la pareja y de ésta con los hijos. También está muy extendida la idea de que los niños que van a escuelas infantiles se ponen más enfermos, lo cual puede ser cierto al principio, pero a la larga enferman menos, seguramente debido al efecto de la inmunización que se produce. En suma, los padres pueden llevar o no a sus hijos a una escuela infantil, es su decisión, pero si lo hacen, tengan la seguridad de que nada malo va a sucederles, todo lo contrario.
 
8. La personalidad de los hijos depende de su orden de nacimiento.
 
Habrán oído muchas veces que el primer hijo es concienzudo, fiable y trabajador, los intermedios son negociadores y algo vagos, y los últimos son sociables, extrovertidos y espontáneos. Pues nada de nada, puro mito, esta idea de que el orden de nacimiento de los hijos influye en su personalidad no tiene ningún fundamento científico serio. El orden de nacimiento no explica nada importante, hay que buscar razones más sólidas.
 
9. Cuantos más deberes se pongan para casa mejor.
 
Muchos padres y profesores están instalados en la idea de que cuantos más deberes se manden para casa a los estudiantes mejor. Sin embargo, las investigaciones recientes indican que esto no es así de simple, los deberes son una importante herramienta para ayudar a los estudiantes a alcanzar los objetivos académicos y personales, pero como cualquier otra herramienta hay que usarla con tino. Más que la cantidad de deberes, lo importante es cómo lo hacen los estudiantes y qué tipo de deberes asigna el profesor. Por ejemplo, para estudiantes de 13 ó 14 años una hora de deberes diaria tendría que ser suficiente por término medio, siempre hay variaciones individuales. Esos deberes no tienen que ser meras repeticiones monótonas, sino que deben suponer algún reto y novedad para el estudiante, y debe hacerlos por su cuenta, ayudas externas las justas y cuando sean estrictamente necesarias. Y un mensaje claro a los profesores, si no los van a corregir y a dar información sobre ellos a los estudiantes, mejor no los pongan.
 
10. Los trastornos de atención y la hiperactividad son daños cerebrales.
 
Falso. Algunos niños tienen dificultades para concentrarse, no focalizan su atención, y no paran, son hiperactivos. Esto es normal, al fin y al cabo son niños cargados de energía a los que se pide que estén callados, concentrados y quietos, lo cual es antinatural, esta situación no estaba prevista en el programa de nuestra especie, que en tiempos no muy lejanos seguramente se benefició de estas conductas hoy penadas. Los casos más extremos hacen muy difícil la labor de profesores y padres, así que desarrollan estrategias para enseñar a estos niños a encajar en los moldes que exigen la escuela y la sociedad actuales, y en general lo consiguen de forma razonable. Hay una idea errónea muy extendida, que considera que estos niños tienen un problema en el cerebro, no hay tal, su problema es de conducta, no neurológico, como bien explican los profesores de la Universidad e Oviedo Héctor González Pardo y Marino Pérez en un excelente libro sobre el temas. El cerebro es una máquina fantástica, que con un 2% de nuestro peso corporal gasta el 15% de nuestra potencia cardíaca, consume el 20% del oxígeno que usamos y el 25% de la glucosa. Pero el cerebro no segrega la conducta cuan vulgar glándula secretora. la conducta de las personas es compleja y depende de muchos factores, entre ellos el cerebro, por supuesto, pero es una simpleza el pensar que todo lo que hacen las personas emana directamente de su cerebro. Además, como cualquier otra parte de nuestro cuerpo, el cerebro depende de lo que hagamos, es entrenable, se modifica al aprender, así que en cierta medida somos responsables de nuestro cerebro. Ayudemos a estos niños a integrarse, pero no les pongamos la etiqueta de daño cerebral, puede ser peor el remedio que la enfermedad.
 
Queden ahí esos 10 mitos sobre la crianza de nuestros hijos, esperando que les ayuden a entender algo mejor el complejo mundo de los humanos. Quienes estén interesados en saber algo más sobre el asunto pueden consultar la abundante literatura sobre el tema, y en especial el libro de Jupp y Jewell, publicado por la editorial Wiley y del que hemos tomado varios de los mitos comentados.

jueves, 13 de agosto de 2015

El apego: la mayor fuente de sufrimiento

La Mente es Maravillosa
Por Edith Sánchez
 
"Los enemigos como el odio y el apego carecen de piernas, brazos y demás miembros, y no tienen coraje ni habilidad, ¿Cómo, entonces, han conseguido convertirme en su esclavo?"
 
- Shantideva -
 
 
A decir verdad, la especie humana es una de las más frágiles de la naturaleza. Cuando un bebé nace, necesita de su madre de forma casi absoluta para poder sobrevivir. El cachorro de un león, un pez o hasta una lagartija vienen mejor preparados para independizarse pronto.
 
Se ha comprobado que esa necesidad de los demás no está orientada solamente a las necesidades básicas, como nutrición o calor. También existe una profunda necesidad afectiva desde el comienzo de nuestras vidas: los bebés que no son acariciados suelen enfermar o morir.
 
Es indiscutible la necesidad que todos tenemos de los demás. Como especie, nos necesitamos. Palidecemos o morimos si no hay otro ser humano a nuestro lado. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ese vínculo instintivo que garantiza nuestra supervivencia y las dependencias neuróticas que a veces desarrollamos en la vida adulta.
 
Los laberintos del apego
 
Por paradójico que parezca, solamente logramos alcanzar la autonomía, si podemos experimentar la completa dependencia.
 
El apego a las figuras de cuidado durante la infancia es el soporte de nuestra seguridad emocional.
 
El mecanismo es simple: si durante tu infancia cuentas con alguien a quien puedes acudir siempre en busca de protección, desarrollarás un sentimiento de confianza frente al mundo y a los seres humanos. Eso te permitirá alcanzar la independencia en tu vida adulta.
 
Todos necesitamos de una madre, o de alguien que haga sus veces, durante la infancia. Pero no siempre esa figura está ahí.
 
A veces, ella trabaja y tiene que dejar a su pequeño en una guardería o un jardín de infantes desde muy temprana edad. En otras ocasiones, ella está tan ocupada de sus propios problemas que no tiene la disposición para estar ahí plenamente y de corazón, cuando su bebé la necesita. O tiene que ocuparse de nuestros hermanos, aún si la necesitábamos desesperadamente solo para nosotros.
 
También puede ocurrir que se sienta tan ansiosa en su condición de madre, que vuelca sobre su hijo las inseguridades que la atormentan; entonces, lo protege de más, como si el mundo fuera una constante amenaza.
 
En esos casos, y otros similares, crecemos con una sensación de vacío afectivo. Nos angustiamos excesivamente cada vez que debemos enfrentar una situación solos, o cuando tenemos que tomar una decisión libre.
 
Y también, secretamente, añoramos encontrar una figura que sustituya a esa madre que no estuvo, o que en un momento dado faltó.
 
Por eso tratamos de encontrar un pareja que nos dé todo, sin esperar nada. Le demandamos una entrega incondicional y nos sentimos profundamente frustrados ante cualquier señal de indiferencia o desapego. Vivimos para el miedo de perder a esas personas que, suponemos, repararán la falta que llevamos dentro.
 
Del apego a la autonomía
 
El apego a otras personas es importante y necesario a lo largo de toda la vida. Desde que nacemos hasta que morimos necesitaremos de otros para poder garantizar nuestra salud física y emocional. No importa que seamos un inversionista exitoso de Wall Street o un ama de casa de Bolivia. Todos necesitamos de los demás.
 
El problema aparece cuando esa necesidad se transforma en ansiedad. Cuando sentimos que si nos dejan solos volveremos a ser ese pequeño indefenso, que se queda paralizado frente a un mundo amenazante.
 
Para sortear esa ansiedad algunas personas pueden emplear diferentes estrategias. Una es aquella que ya mencionamos en el apartado anterior: buscar una figura que sea portadora de esa imposible promesa "siempre estaré ahí, nunca te dejaré solo".
 
Otra posibilidad es optar por lo contrario: evitar a toda costa crear lazos de dependencia con otros, de modo que jamás volvamos a sentirnos abandonados.
 
También podemos volvernos desconfiados, recelosos y excesivamente exigentes. Les pediremos a las personas mucho más de lo que pueden dar. Y renegaremos eternamente de sus faltas, sus carencias, sus limitaciones. Como si fuéramos un pequeño dictador frustrado por no poder controlar a los demás a nuestro propio antojo.
 
En todos esos casos, el sufrimiento va a ser la constante. Sufriremos para conservar a ese benefactor que nos "adoptó", bien sea una pareja, un jefe, un amigo, etc.
 
Sufriremos por la soledad de no poder establecer vínculos íntimos con los demás. Sufriremos al no ser capaces de valorar a los demás seres humanos tal y como son.
 
Dicen que las frutas son lo único que madura. Los seres humanos podemos tener 30 ó 50 años y aún así mantener los mismos temores que teníamos de chicos.
 
Quizá sea buena idea reflexionar sobre esos vacíos de infancia que nos llevan a los apegos neuróticos en el presente.
 
Es posible que en algún punto de nuestra vida adulta seamos capaces de renunciar a ese deseo imposible de contar, de una vez y para siempre. con alguien que se comporte como la madre ideal que nunca tuvimos.