lunes, 16 de febrero de 2015

La epidemia depresiva (y II)

Nuestros mensajes culturales predominantes sobre el estado de ánimo, están empeorando la epidemia de depresión (Rottemberg).
 
Depresión y expectativas de felicidad.
 
Decía Séneca que todos aspiramos a ser felices pero que resulta muy difícil definir en qué consiste la felicidad y el modo de alcanzarla. En realidad "la felicidad" es una abstracción e individualmente sólo podemos formularla como algo concreto: aspirar a ciertos estados mentales felicitarios de carácter inaprensible y que son modificados continuamente por la experiencia del deseo.

Por lo general evaluamos como un bien consumible al que tenemos derecho y - en una constante evaluación de costes/beneficios - la perseguimos siguiendo el rastro de los consensos sociales: siempre gana lo imaginario sobre lo simbólico, una utopía porque cualquier cosa que persigamos imaginariamente siempre será mejor que la realidad fáctica de las cosas. La gente aspira a la felicidad sin caer en la cuenta de que "la calidad de vida" es siempre preferible por ser algo concreto a la búsqueda de la felicidad que es siempre abstracta y de alguna manera es construida socialmente a través de expectativas irrazonables.

Las personas concretas suelen sacrificar su calidad de vida persiguiendo esa zanahoria que es la felicidad y que en última instancia es un mito tal y como nos cuenta el profesor Bueno a través de sus telesas y en este vídeo:



El mayor hallazgo con respecto a la felicidad es pues el desengaño de que la felicidad no puede llegar a obtenerse. La mayor felicidad es saber aburrirse, apasionarse con el aburrimiento, tolerar el aburrimiento y sublimarlo creativamente.

Depresión y sueño.

Nuestra especie es una especie homeoterma y circadiana. Significa que somos capaces de autoregular nuestra temperatura corporal y que dependemos tanto del oxigeno, como de la luz. Nuestra especie vive y está cableada para "escalar" por la mañana y "desescalar" por la noche. Actividad y reposo se sincronizan con la luz del día y la oscuridad de la noche.

Eso fue así, mientras no hubo luz artificial. ¿Pero qué sucede ahora?

La primera cuestión es que las condiciones de iluminación modernas están desincronizadas con la evolución de nuestros estados de ánimo y es suficiente para engañar al cerebro y a nuestro reloj biológico y retrasar el sueño. Lo que tiene consecuencias importantes en nuestra economía psíquica: dormimos 1,5 horas menos ahora que en 1900.

No es de extrañar pues que ese retraso de fase junto con la imposición de horarios laborales genere una legión de insomnes y ciudadanos agotados entre el personal de nuestro tiempo. Dormimos poco y mal en el sentido de que no estamos sincronizados con la luz y nos llevamos preocupaciones a la cama, si a eso añadimos que nuestros trabajos son en entornos de escasa iluminación natural y que prácticamente no hacemos ninguna actividad al aire libre ya tenemos otra consecuencia: bajos niveles de vitamina D que precisa de la radiación ultravioleta para sintetizarse y que es probable que tengan relación con nuestra tendencia tanto a la depresión como a la obesidad.

La cosa, sin embargo no mejora en los fines de semana puesto que nuestro organismo no puede adaptarse al ocio que muchas veces nos imponemos para "cargar pilas". Si a eso unimos la nocturnidad en que se desarrollan nuestras actividades de "liberación del estrés" llegaremos a la conclusión de que los fines de semana no hacen sino complicarnos la vida con nuevos desajustes de fase que se saldarán con un lunes de agotamiento y fatiga.

Divertirse es agotador.

Ya no sabemos descansar tal y como conté en  este post relacionado con aquello que antes llamaba "convalecer", un remedio barato e hipocrático que nadie cumple.

Depresión y gestión de la responsabilidad individual.

No cabe ninguna duda de que vivimos en un entorno que favorece el individualismo, lo que es lo mismo que decir que los relés de inhibición de conductas - a nivel intrapsíquico - más importantes son la empatía y la culpa. Entiendo la responsabilidad individual como un derivado laico de la culpa. Dicho de otra manera existe una correlación entre "ser responsable" y la tendencia a la depresión. Ningún psicópata se deprime.

Hoy ya no es la culpa religiosa la que nos machaca por dentro sino la sensación de "no dar la talla", de no esforzarnos lo suficiente. Una sensación de incompetencia recorre nuestra vida lo que requiere nuevos esfuerzos de negación.

Y de una gestión inteligente de la responsabilidad.

Depresión y realismo.

Desde el punto de vista evolucionista la depresión tiene como objetivo, retirarse de una tarea o un proyecto que sabemos inalcanzable y destinar esfuerzos a otras cosas. Es necesario pues esta estrategia de desescalada. En este sentido algunos autores han teorizado que la depresión supondría la adquisición de una mirada más realista sobre nuestros proyectos casi siempre inflados por un optimismo estúpido. En este sentido el bajo estado de ánimo puede ser un impulso a la evaluación realista, que mejora la exactitud de la percepción y el juicio.

Pero hay otra cuestión relativa a esta retirada: se trata en todo caso de una retirada de la rivalidad, puesto que todo proyecto individual tiene que competir con los de los demás que persiguen nuestros mismos objetivos.

Competimos por los recursos y en este sentido el "perdedor" ha de escenificar su derrota para hacer llegar a sus competidores que se ha retirado de la competencia. Es por eso que la depresión se muestra y se "ve", puede identificarse y es por eso que los depresivos van al médico pero no los esquizofrénicos.

Es lo que se conoce como sumisión involuntaria inducida, algo de lo que hablé aquí, a propósito de la teoría de la competencia social de Price y Sloman. El lector interesado puede volver a releer aquel post y los ejemplos (concretamente el de la Sra Turvey de la que hablé aquí).

Dicho de otra forma: algunas depresiones pueden explicarse por la pérdida del rango social percibido y la activación de un programa arcaico que tiene que ver con la obligación de adquirir una sumisión que se vive como una derrota y donde se hace necesaria una conducta demostrativa a fin de advertir a los demás sobre su resultado y dejen de hostilizarnos.

Dicha conducta demostrativa es necesario que se viva como espontánea y bien alejada de las causas que la provocaron, nadie creería en una depresión fingida, en un simulacro del dolor. El dolor ha de proporcionar pruebas objetivas que algo duele y no puede ser confundido con la rabia que muchas veces se oculta o suprime a fin de oscurecer las pruebas de que en realidad hemos sido heridos en nuestro orgullo.

Y en la vida actual hay muchas razones para sentirse humillado, vencido, traicionado, ofendido o minusvalorado. De manera que lo que habría que preguntarse es el por qué la mayor parte de la población no se deprime. Pero será en el próximo post donde abordaré algunas cuestiones prácticas para alejar el demonio de la melancolía.

Pacotraver - wordpress - 03 de Febrero de 2015.

Ver enlace:
Bibliografía.-

Sloman, L. & Price, JS (1987) Desescalar (subrutina rendimiento) y depresión humana: mecanismos próximos, contextuales y Etología. Sociobiología, 8, 99 (S) -109 (S).

Watt DF, Panksepp J. Depression: An Evolutionarily Conserved Mechanism to Terminate Separation Distress? A Review of Aminergic, Peptidergic, and Neural Network Perspectives. Neuropsychoanalysis 2009; 11:7-51.

Price JS, Sloman L, Gardner R, Gilbert P, Rohde P (1994). The social competition hypothesis of depression. Br J Psychiatry; 164: 309–15.


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