viernes, 10 de mayo de 2013

AUTOESTIMA




AUTOESTIMA

La palabra “autoestima” se ha usado, manejado y vapuleado hasta el punto de llegar muchas veces a confundirla. Cuando  preguntamos: ¿Qué es la autoestima?, obtenemos por respuesta: “Quererse a uno mismo”… Pero el quid de la cuestión está en saber qué quiere decir eso exactamente.
 
Yo creo que tiene mucho que ver con estar en paz conmigo, dejar de pelearme con quien soy en un momento determinado de “mi historia”. Significa dar la bienvenida a las distintas partes de mí que aparezcan en escena en un momento determinado, ya sean “amables” como la alegría, la ternura, la compasión, la calma, la fuerza…como aquellas más molestas y “no amables” como las inseguridades, rencores, miedos, celos,… que tratamos de evitar a toda costa.


Cuando decidimos permitir la entrada a nuestra “casa” a todos los invitados que se presenten, cuando los escuchamos totalmente, les damos espacio y tratamos de comprender su sentido o su necesidad, entonces dejamos de pelear, y el escenario de nuestra vida se vuelve versátil, integrado y más libre. Eso es lo que muchas veces llamamos “trabajar con uno mismo”. No es ni más ni menos que aprender a mirar sin juicio todos los aspectos de uno,  abrazarse entero, sin dejar fuera lo feo o lo difícil. Cuando decides abrazarte por entero y aceptas todas tus partes, incluyendo aquellas que muchas veces trataste de ocultar en el camino, entonces logras una de tus mejores conquistas: la buscada autoestima.
 
Así, autoestima es amarnos tal y como somos en cada momento. Abrazarnos con todo lo que vive en nosotros en este instante, ya sea en el corazón, en la mente o en el cuerpo.
 
Eso implica olvidarse de cualquier imagen de perfección que busquemos de nosotros mismos. Pensamos: “Me querré más cuando consiga ser/ hacer/ deshacer/ tener…” Todas esas condiciones y cláusulas  que firmamos ya hace años en nuestro “contrato personal para ser felices”, son los verdaderos obstáculos que nos impiden recoger los pedazos esparcidos de nuestro ser, las trabas que nos ponemos para abrazarnos enteros.
 
Y por supuesto que está bien pensar y anticipar un futuro mejor, lleno de bienestar para uno mismo, está bien crear una dirección con sentido en nuestras vidas. Esto es bueno y necesario. Debemos darle claves a nuestro cerebro para que reconozca las señales del camino a seguir. Pero no por ello descuidemos lo único real que podemos manejar, que es este momento presente.
 
Solo AHORA podemos amar el yo REAL que somos, con toda su imperfección humana. No podemos seguir amando al “que debería haber sido y no fui”, porque no se puede amar lo que no existe. Es solamente en este instante cuando tenemos la oportunidad de volver a sentirnos completos, aunque nos hallemos desintegrados, congelados o vacíos, y la única forma que conozco para hacerlo es abrazándome entera, asumiendo lo que fui, lo que soy, y sintiendo la dignidad que hay en ello.
 
La rendición a lo que eres, lejos de ser un acto pasivo, es una actitud activa y consciente de decir SI a lo que hay, honrar tus necesidades, tus debilidades, así como tus bendiciones y dones. Sólo tu abrazo puede volver a “unir los pedazos”, no hay nadie que pueda hacer eso por ti. Tú eres tu verdadero maestro y sanador. Esa es la buena noticia, sólo tú tienes “eso” que necesitas.
 
No se trata de convertir la paja en oro, sino de abrir los brazos a todo lo que existe en ti ahora, que es lo único que puedes amar. Cuando permitimos esto supone que hemos tomado una decisión, que se traduce en una actitud nueva, que, a su vez,  genera una energía diferente en nosotros, una energía de aceptación que baña cada una de nuestras células, y sin buscarlo, transformamos nuestra biología, nuestra salud, y , sin querer, provocamos muchas veces un cambio positivo en nuestras circunstancias, en nuestra vida.
 
La  cualidad esencial de lo humano es la propia imperfección porque es precisamente en ella donde se tejen los hilos de nuestro crecimiento, donde se encuentran nuestros aprendizajes más valiosos, nuestros maestros más sabios… No podemos negarle la entrada a nuestro escenario, a nuestro corazón, porque, en ese caso, aparecerá disfrazada de “lo ajeno”, y , al atribuirla a otros, estaremos perdiendo la oportunidad de cambiar, de volver a nuestro centro, conectados con nuestra propia intimidad, en definitiva, estaremos perdiendo la oportunidad de aprender.
 
Haz la prueba, en este mismo instante, que es el único que tienes, abrázate ahora y permítete sentir por completo lo que sea que haya en ti, dile SI a lo que haya en tu escenario, entregándote a su vibración, descansando ahí, por un momento… Sin luchar, sin negar, sin huir…
 
Sólo deteniéndote a escucharte y a sentirte con ternura  sabrás quien eres, qué necesitas.
Cuando intentéis penetrar
Dentro de lo que realmente sois,
Con vuestra iluminación y vuestra confusión,
Con vuestros temores, deseos y distorsiones,
Hallaréis al verdadero Dios vivo.
Y entonces exclamaréis:
 
“Llevaba conociéndote toda la vida
Y te he puesto muchos nombres distintos
Te he llamado madre, padre, hijo.
Te he llamado amante
Te he llamado sol y flores
Te he llamado corazón mío.
Pero nunca hasta ahora
Te había llamado “yo-mismo”  
                                   
El libro de Emmanuel

 Texto por Natividad Menéndez González, terapéuta de autoestima

No hay comentarios:

Publicar un comentario